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viernes, 28 de noviembre de 2014

SEVILLA MUDÉJAR. VISTA AL PALACIO DE LOS MARQUESES DE LA ALGABA Y AL TEMPLO DE OMNIUM SANCTORUM.


Asedio de Sevilla

Los mudéjares fueron los musulmanes que, tras la reconquista de los diferentes territorios peninsulares, fueron autorizados a quedarse en los Reinos Cristianos. A cambio de ese permiso, debían pagar "pechadas" o tributos. Al mismo tiempo, contribuían con su experiencia artística a la construcción de numerosos edificios civiles y religiosos.

El arte mudéjar es, pues, la unión de diferentes manifestaciones artísticas: la islámica y la cristiana. Combinación de románico con gótico y arquitectura islámica cuyos mejores ejemplos, que no los únicos, se pueden encontrar el templo del Omnium Sanctorum y en los restos originales del reconstruido Palacio de los Marqueses de la Algaba.

Sólo se da en España, precisamente por la presencia de tantas culturas.

Nuestros chicos han aprendido algunas cosas nuevas hoy.


En 1248, el 23 de noviembre, las tropas castellanas reconquistan Sevilla al mando del Rey Fernando III y de sus principales: Ruy de Vargas, Ramón Bonifaz... Éste último era el Almirante de la flota castellana, al mando de algunos galeones y otros navíos de guerra. La solución para que Sevilla dejara de ser abastecida de las cercanas huertas del Aljarafe y de otros reinos musulmanes cercanos consistía en cortar el único acceso que unían Sevilla con el arrabal de Triana. Ese nexo era el puente barcas, situado casi en el mismo lugar en que se encuentra en la actualidad el puente de Triana. Ramón Bonifaz, guerrero cántabro, embistió con sus naves el puente de barcas y, al tercer intento, logró romper las cadenas que mantenían unida la estructura.  La ciudad estaba, pues, al alcance de los castellanos, cuyos cuarteles estaban en Tablada, Alcalá del Río y otras zonas próximas a la ciudad. Así sucedió. Los cristianos (castellanos, leoneses, navarros, cántabros, genoveses, franceses...) entraron en Sevilla, una de las mayores ciudades de su época. El asedio había acabado. El rey musulmán de Sevilla pidió al rey Fernando III (que, por cierto, está enterrado en nuestra catedral) permiso para derribar la torre de la mezquita, la Giralda. Fernando, que no era nada tonto, dijo que de "de eso nada, monada". La torre era tan alta que servía de observatorio y puesto de vigilancia, lo cual convenía mucho a las tropas cristianas para vigilar la presencia de posibles enemigos.

Los habitantes de Sevilla fueron expulsados poco después y las casas, tierras y patrimonios fueron repartidos entre los cristianos.

Y aquí, una vez acabado este preámbulo, comenzamos nuestra visita:

En el autobús. Cantaron, sí.




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Camino del Palacio


























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